Entrevista con Yolanda Treviño, presidenta de United Religions Initiative

La Iniciativa de las Religiones Unidas, URI (www.uri.org), es una comunidad global en crecimiento, dedicada a promover la cooperación permanente y cotidiana entre religiones, expresiones espirituales y tradiciones indígenas. La URI, una de las más extendidas organizaciones interreligiosas de todo el mundo, trabaja para acabar con la violencia por motivos religiosos y fomenta culturas de paz, justicia y sanación. La red se halla en todos los continentes y está creando niveles sin precedentes de cooperación global permanente.

Desde Junio 1996, millares de personas han compartido sus visiones y trabajado juntas para crear URI. Es un nuevo tipo de organización para el bien global, enraizada en valores espirituales compartidos. Personas de muchas culturas y perspectivas diferentes trabajan para fomentar una organización que sea inclusiva, no jerárquica, descentralizada que promueva la cooperación, la autonomía y las oportunidades individuales.

La red URI constituye una evidente manifestación de que crecen las esperanzas de las personas con visiones de un mundo mejor, un mundo en el que los valores y las enseñanzas de la sabiduría de las grandes tradiciones guían el servicio de las personas.

En Melbourne, en el marco del Parlamento de las Religiones del Mundo, tuvimos la oportunidad de conocer y entrevistar a la presidenta de URI, Yolanda Treviño. Ella es una guatemalteca universal, que se pasea con sus vivos colores indígenas en el ya de por sí animado y colorido trasiego en el hall del Centro de Convenciones de la mencionada ciudad. No representa ninguna religión, pero vive su cosmovisión Maya y profesa admiración por una maestra yogini tántrica hindú, que vive en los Himalayas. Lidera un grupo de espiritualidad femenina en el marco de la URI.

Comenzó a trabajar en el marco de la URI en el año 1997 y en la reunión de Corea del Sur de 2005 ya los europeos lanzaron su candidatura para que fuera presidenta. En la siguiente reunión en India la volvieron a nominar para el cargo. Le queda un año y medio más de liderazgo. Mantiene desde el comienzo de su presidencia una apuesta decidida para que los indígenas ocupen un lugar dentro del Consejo Global.

¿La URI en cifras?
La URI está constituida por 400 grupos, repartidos a su vez en 72 países. Tenemos estatus de organismo consultivo de la ONU.

¿Como presidenta de una gran comunidad global de espiritualidad puede afirmar que las estructuras van cambiando…? ¿El liderazgo se va equilibrando en cuanto a género?
Cierto, pero aún estamos fuera de equilibrio. En este ámbito aún no se le da la suficiente importancia a la presencia femenina. Ello constituye una debilidad del movimiento interreligioso. La mujer trae una complementariedad necesaria. Con este enfoque complementario se puede llegar muy lejos. Las instituciones están cambiando y es necesario que la energía femenina las envuelva. A veces las mujeres que asumen cargos en esas instituciones han de adoptar roles muy masculinos. Sin embargo, eso constituye una equivocación, pues no podemos perder lo sagrado femenino.

¿Futuro del entramado interreligioso a nivel global?
Hace falta mayor apertura, comenzar a tejer relaciones entre unos y otros. Hemos de encontrar la forma de complementarnos todas esas organizaciones. En la línea de lo ya apuntado, hace falta también mayor presencia de las mujeres en las cúpulas de las grandes organizaciones interreligiosas mundiales.

¿El mundo virtual habrá ayudado a la extensión de la URI…?
Está bien la relación virtual, pero es preciso poderse ver y sentir y de esa forma también poderse afirmar sólidamente como grupo. Es preciso sentirse conectado como familia.

La comunicación electrónica tiene también sus problemas y limitaciones. El Consejo Global nos reunimos cada año pero tenemos una comunicación muy fluida. Utilizamos medios electrónicos como skype para desarrollar reuniones decisorias. Vemos necesario e imprescindible tener comunicación cotidiana.

¿Cómo se desarrolla la dinámica de estas reuniones?
Constituimos un círculo sagrado de corazón en el que instalamos un altar colectivo y en el que se genera un espacio de intimidad. No hay ninguna religión en particular que domina el espacio sagrado. Prendemos una vela, que no representa a ninguna tradición en particular y sí nuestra propia luz interna. Tenemos una agenda global. Cada quien aporta lo que desea a partir de sus propias creencias.

¿Cómo salís de esas reuniones?
Tenemos momentos de silencio, de música, de observación, de poesía… Queremos que este espacio actualice a nuestro ser en totalidad. En ese espacio nos reforzamos como seres espirituales de tradiciones diferentes, todos enraizados en lo sagrado.

¿Tu función como presidenta?
Mi función como presidenta es, no sólo estar presente en las reuniones internacionales, sino también representar al Consejo Global en decisiones importantes y proveer una visión integradora, inclusiva. Debo igualmente apoyar a los grupos, de forma que se sientan conectados con los otros grupos URI.

De la pequeña Guatemala al mundo entero, ¿cómo fue tu itinerario?
Nací en Guatemala a las afueras de la ciudad, en un enclave sagrado maya. Mi familia era enteramente indígena. Desde pequeña observé mi capacidad de salir del cuerpo y de verme a mí misma. Lo llaman experiencias fuera del cuerpo. Ello asustaba un poco a mi familia. Se dieron cuenta de que iba a tener un papel diferente y me dieron libertad.

Albergaba desde joven una fuerte conciencia social. Mis abuelos tenían una tienda de abarrotes (ultramarinos). Vendíamos frijoles, arroz… Nos llegaban clientes con muy pocos recursos, unos pocos centavos nada más con los que comprar. A la gente pobre yo siempre les daba más. Mi abuelita no quería que yo estuviera en la tienda porque decía: “Nos vas a dejar sin nada”. Yo no entendía por qué. Dentro de mi ser vivía ya una conciencia de abundancia para todos.

¿Y tu interés por lo interreligioso?
Como indígena tenía mucho interés por las otras tradiciones. Mi familia quería disuadirme de todo ello. Ya de pequeña, por el mero interés de explorar, me metí sola en una Iglesia católica. Mi familia, absolutamente maya, no estaba por la labor. No habían sido cristianizados. Sin embargo yo disfrutaba con los cantos. Incluso me metí en un coro. Cuando cerraba los ojos entraba en otra dimensión. Al tiempo comencé a ver cosas que no me convencían. Los indígenas llevaban lo mejor de sus cosechas a los sacerdotes. Me exasperaba ver la pobreza de los humildes, que aún así daban lo mejor que tenían a los curas. Aquello me hizo alejarme de la Iglesia.

Inquieta desde muy joven…
Antes de llegar a la escuela yo ya sabía leer. Tenía una enorme sed de conocimientos. Leía libros de pequeña con una gran sed de extender mi mundo. A los 6 años ya había leído la Ilíada y la Odisea. Siempre fui con cursos adelantados y a los 16 años ya había completado mi enseñanza preparatoria.

¿Cómo continúo tu itinerario espiritual?
A partir de ahí me puse a explorar lo evangélico. De los evangélicos me atrajo la desnudez y simplicidad de su altar, para nada cargado de las riquezas católicas. Como me encantaba leer, me acerqué a las vidas de los santos. Éstas se nos ofrecían en formato que le llamábamos “chistes”. Me atraían especialmente los santos más humildes como por ejemplo San Martín de Porres, San Francisco de Asís… Me atraía la identificación de ellos con los más pobres.

Dejé a los evangélicos cuando vi que querían convertirme. Me fui porque ellos querían mermar mi visión amplia del mundo. Ya no volví. Muchos años después en India tuve la gran oportunidad de conocer a la Madre Teresa. Entrábamos uno a uno en una habitación para hacer meditación y canto con las hermanas. Me vi de nuevo como cuando era pequeña, con los mismos cantos en mis labios. El círculo se cerraba.

¿Qué supuso para ti ese contacto con la Madre Teresa?
Tuve una entrevista privada muy bella con ella. Me sostuvo la mano con mucho amor, con mucho cariño… . Me dijo así: “Debes amar hasta que duela”. Al año siguiente ella murió. Yo sentí que toda mi vida había sido una preparación para ese momento.

¿Cuando saltas al mundo anglosajón?
En el año 1996 fui a los EEUU a estudiar medicina. Entré a una universidad sin apenas saber inglés. Comencé a golpe de diccionario. Dejé la medicina cuando ya estaba haciendo mi “residencia”. Me encontraba en el hospital cuando llegó una mujer para su segunda amputación de pierna. En contacto con la enferma y su estado me di cuenta de que nuestra medicina no era una ciencia de curación y sanación, sino de violencia. Nadie había trabajado por ejemplo con esa mujer y explorado su pasado en cuestión de salud, estado mental, emocional… Nadie le había dado una reorientación de su alma. Fui a abrazar a esa mujer y acto seguido me quité el uniforme y salí de ese mundo. Yo sentí que no podía ser un médico como ellos. No podía ocultar mi resistencia. Así hasta hoy.

¿Tenías ya desde un joven clara tu misión futura?
En realidad siempre he tenido resistencia a que me modelaran como yo no quería. He retado mucho a mis superiores. He debido a menudo mantener mi ubicuidad, reafirmarme en cuanto a ser humano, mujer, indígena… Tengo que aclarar que no me veo sin embargo definida por el mero apelativo de indígena. Mi indigenismo es portador de una visión trascendental de la vida.

¿Además de la presidencia de la URI, a qué te dedicas en la actualidad?
Doy adiestramiento de liderazgo transformativo. Mis talleres pretenden formar al ser total y a las organizaciones. Inspiro para poder dar el paso de ser una organización buena a ser una organización extraordinaria. A tal efecto he desarrollado diferentes metodologías.

Trabajo también en EEUU con los emigrantes, con diferentes ONGs. En mi tradición yo sería la cultivadora, la sembradora. Es decir, yo llego para preparar el terreno. Sembramos juntos y recogemos los primeros frutos. Si la cosecha está buena, les dejo a mis compañeros y me voy a sembrar otra parte.

¿Todo lo maya se ha hecho muy popular últimamente?
Hay cierto límite en cuanto a lo que se puede compartir de la tradición sagrada maya. Es preciso guardar ciertos aspectos sagrados. A menudo quienes difunden la ciencia maya, obvian aspectos importantes. Los mayas tenemos el reto de escribir nuestra propia tradición. No se trata de que otros la escriban por nosotros.

¿Hay vínculo entre la tradición maya y la filosofía de URI?
Sí lo hay. Todos estamos interrelacionados. No existe el otro. Él es una parte de mi mismo. Ello constituye la base de la cosmovisión ancestral maya. Nos sentimos conectados con todo el mundo. La URI por su parte, constituye una plasmación de esos principios mayas, una forma de acercamiento a los demás, aunque yo no hable necesariamente de la filosofía maya en los encuentros de URI.

¿Viviste también una etapa en India?
Efectivamente. He estado en India desde 1996 hasta 2002. Trabajé en la India rural a nivel de arte, música y drama con la meta de superar la conciencia de clases y las diferencias entre cristianos y musulmanes. Construimos un templo para todas las religiones. Allí se hacen rituales interreligiosos. He trabajado también en proyectos de promoción de los jóvenes de las castas más bajas.

Tengo una madre espiritual que vive en la India. Tiene 102 años. Ella me dio su mala o rosario hindú que ella tenía desde joven.

¿Eres optimista con respecto al futuro?
Sí lo soy. Cada día estamos anhelando más la luz y saliendo de una cultura de miedo. Estamos despertando a una nueva cultura de amor y de paz. Eso es lo que está emergiendo en cada ser humano.

Ocurre también que conforme vamos despertando a más luz, vemos también más sombras. Es por la ley de los contrarios. Cada ser que veo comprometido me da esperanza, cada ser tiene su papel, su misión y es preciso que la asuma. Me da esperanza que, por ejemplo, aquí en el Parlamento de las Religiones, haya tanta gente deseando afirmarse como seres humanos, como seres de luz.

¿2012 para una indígena maya?
Hay muchas profecías mayas. Coinciden con lo que en el hinduismo se habla de kali-yuga. Estamos superando una etapa más dura, más de hierro. Van a ocurrir cosas en el mundo. No se puede hablar abiertamente de ello. Lo que va a pasar ya ocurrió…

¿Qué es lo que puede ocurrir?
Todo lo que ha de ocurrir es a causa de un desequilibrio. Estamos desequilibrados, los unos con los otros y con nosotros mismos; desequilibrados con todo lo que existe. A la postre se trata de un reencuentro con la Madre Naturaleza, se trata de un reequilibrio, de un balance. Es preciso atender al llamado de volver a entrar en ese equilibrio.

¿Viviste ya tu pequeño apocalipsis?
Así es. Yo vivo en el bosque en California. Cuando los recientes incendios tuve que evacuar mi casa. Podía ver las llamas desde ella. Cogí un Corán muy bello que me dieron, así como algún que otro libro sagrado. Además me llevé los archivos de la URI de la región latinoamericana. No sabía si podría regresar. Eso es todo lo que cogí.

Me di cuenta de que estaba viviendo una nueva lección. El fuego es purificación para poder comenzar algo nuevo, para poder sembrar desde el comienzo. Lo que no nos sirve y terminó su ciclo, se va.

¿Cuál consideras que constituye tu misión?
No significa nada para mí el que se pueda decir que Yolanda escribió o dijo esto o aquello. Yo me quito de mi camino para que la voz que tiene que llegar a través de mí, me pueda alcanzar. A veces observo en mis labios palabras que no vienen de mi cabeza.

A veces soy llamada más a la acción. No hace mucho estuve con los soldados israelíes en un check point para los palestinos. Les largué un discurso por la paz, pero desde un rol de madre. “Tú podrías ser mi hijo” le dije a uno de ellos.

¿Un sueño?
Que pueda ser una con el Yo trascendental, que pueda tener la experiencia de un amor divino y sagrado con otro ser, que pueda sentir la experiencia de amar hasta doler, como decía la Madre Teresa.

 
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