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Marcha por la Paz en el País Vasco

Entre el 21 de julio y el 15 de agosto pasados una Marcha por la Paz formada por caminantes procedentes de diferentes países recorrió pueblos y caminos del Norte de España. Se ha concibido la búsqueda de la paz en un doble sentido, interno y externo. Acorde con ello, el lema de estos 25 días de caminar ha sido a la vez ambicioso y simple: “Busco mi paz para compartirla contigo”.

Entre el 21 de julio y el 15 de agosto pasados una Marcha por la Paz formada por caminantes procedentes de Argentina, Costa Rica, España, Francia, Italia y México ha recorrido pueblos y caminos del Norte de España con el lema “Marcha por la Paz en el Pais Vasco y la Humanidad”. La marcha ha concluido con una emotiva ceremonia de carácter ecuménico y abierta a todos en el Santuario de San Miguel, en el Monte Aralar, en Navarra, en la que de modo solemne se ha convocado a los asistentes al reto de difundir en su entorno más próximo los valores de la fraternidad y la unión entre las personas sin distinción de raza, credo, sexo, nacionalidad o condiciones económicas. La marcha ha portado dos banderas: una blanca, llevada por el primer caminante; otra blanca, porteada por el último caminante. No ha habido lugar para otras banderas o consignas.

Los organizadores de la iniciativa, liderados por Koldo Aldai, de la Fundación Al Alba(www.portaldorado.com), conciben la búsqueda de la paz en un doble sentido, interno y externo. Acorde con ello, y partiendo de los objetivos de búsqueda de la paz y defensa de la vida, el lema de estos 25 días de caminar ha sido a la vez ambicioso y simple: “Busco mi paz para compartirla contigo”. Algunos de los puntos de encuentro expresados por estos caminantes por la paz son los siguientes:

1. La energía más necesaria en el mundo hoy es la de la buena voluntad: la existencia del espíritu de buena voluntad es un requisito fundamental para la solución creadora de los numerosos problemas de la humanidad, porque la buena voluntad es la base común en la que pueden encontrarse todas las razas y todos los credos. Es necesario por tanto movilizar los recursos y la energía positiva de los hombres de buena voluntad.

2. La potencia del pensamiento es el mayor poder que tenemos hoy en el mundo para transformar a los individuos, para la creación y el desarrollo de la buena voluntad y, eventualmente, la capacidad para expresar verdadero amor. Tal como dijo Jesucristo, “Así como un hombre piensa en su corazón, así es él”. Por lo tanto, es preciso reinventar nuestra forma de pensar, para hacerla más simple, menos posesiva y agresiva, y por ello más humana, porque cuando pensamos y sentimos con estrechez, con envidia, con odio y con codicia, acrecentamos el mal que nos rodea y nos desgarra.

3. Tal como seamos nosotros, así será el mundo, por lo que es necesario que las revoluciones empiecen en cada uno de nosotros, y que desde nuestro interior se extiendan hasta el exterior.
Si somos codiciosos y propensos a competir con los demás al precio que sea, nuestra sociedad
será envidiosa y llena de codicia, lo cual genera miseria y guerra. Por ello, para organizar una
sociedad sana y equilibrada debemos empezar por nosotros mismos y no por los demás. Transformándonos cada uno de nosotros, cada hombre producirá el cambio necesario en su
entorno, primero familiar, luego laboral, luego social. “La guerra se fragua en la mente de los
hombres, la paz se encuentra en la mente de los hombres”, dejó dicho Dag Hammarskjold.

4. Si entendemos que el individuo, cada uno de nosotros, es una parte de un gran todo, podríamos liberarnos espontáneamente de muchos de nuestros deseos de competir, de enriquecernos como fin en sí mismo, de engañar, de oprimir, de obrar con crueldad, y de este modo podríamos aspirar a un cambio permanente en el mundo.

5. El análisis mental imparcial de todos los problemas humanos es el que permitirá que cualquier solución sea en bien de la totalidad.

La humanidad está alcanzando un nivel de desarrollo de enorme magnitud en el que la inteligencia y la ciencia constituyen un poder formidable. Sin embargo, la mayoría de nosotros vivimos en un torbellino de actividad, íntimamente confusos y sin rumbo, desgarrados por múltiples deseos en conflicto, negando y afirmando. Es evidente que nuestra humanidad está en un momento crucial de su historia, en un momento que demanda a todos, en primer lugar, una reflexión y un reajuste de las concepciones y actitudes de nuestra propia existencia, y en segundo lugar, trabajo y esfuerzo para detener en lo posible la utilización negativa de ese “poder” y reorientarlo para ejercer una acción constructiva.

Y, ciertamente, al final de la marcha, bajo el reconfontarte sol a la caída de la tarde, flotaba en
el ambiente una llamada del siguiente tenor: “Señores: ¡Hay que estrenar el Evangelio en el Mundo de hoy!”. Y, también, palabras de esperanza y de superación que nos recuerdan que aun estamos a tiempo de poner en claro, de recrear con luz suficiente esas reglas y principios del espíritu que pueden servir más y mejor para que el mundo siga siendo. Para ello es menester atacar a fondo la neurotización que a todos, sin excepción, nos trabaja. Por todo ello, en esta hora, hacemos nuestro y compartimos con el lector, el lema de esta Marcha por la Paz.

 
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