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Creciente Comunión

Vivimos el momento de afinadas y multiplicadas sincronías, de las almas reencontradas, de los seres concitados para una misma misión... Es la Hora esperada, el más elevado sueño de fraternidad humana está por fin, aquí y ahora encarnando. La Gran Comunión ya no es quimera lejana, sino gozosa realidad, cuya expansión constatamos día a día.

Todo se sucede tan rápido en nuestros días que apenas nos percatamos de que estamos completando la tarea asignada, de que la fraternidad se está tejiendo, de que las alianzas concertadas van emergiendo... ¿De dónde viene esa mirada familiar, ese sentir fraterno, ese mismo verbo, ese silencio colmado de una mismo gozo...? Aún sin mentar palabra, reconocemos a los hermanos ungidos por la misma dicha, por el mismo afán de crecimiento y servicio.

El despertar en la Unidad, en la conciencia profunda de que somos Uno, es el paso indispensable en la carrera de transmutación y ascensión en la que estamos empeñados. Vivimos el momento de afinadas y multiplicadas sincronías, de las almas reencontradas, de los seres concitados para una misma misión... Es la Hora esperada por el género humano. El más elevado sueño de fraternidad humana está por fin, aquí y ahora encarnando.

La Gran Comunión, término con el que los hermanos de OROMU (Monterrey) acuñaron la fraternidad creciente, ya no es quimera lejana, sino gozosa realidad, cuya expansión constatamos día a día. Hasta el presente las “comuniones” eran con minúsculas no más, alianzas pequeñas, limitadas. Los conatos de fraternidad estaban encajados en muy estrechas fronteras: los de mi grupo, los de mi escuela, los de mi peña, país, credo, equipo, partido, color, raza..., aún sin alcanzar a reconocer al hermano, más allá de tantas y gruesas murallas.

En el caso de los discípulos y servidores de hasta hace bien poco, la comunión se circunscribía a limitados y a menudo axfisiantes círculos. Todas esas fronteras están poco a poco superándose, tal como estaba profetizado. Somos afortunados porque estamos gestando algo muy grande y esperado, estamos encarnando el más elevado de los propósitos. El nombre es lo de menos, apellídenlo vds. como deseen: Reino de Dios, Aldea Global, Nación ArcoIris, Gran Familia Humana, Gran Comunión, Fraternidad Universal…, déjenlo también si quieren sin nombre. Los sentimientos más profundos siempre resultaron inaprensibles para las palabras. Más precisos han sido los instrumentos que nos ha sido concedidos para encarnar la más elevada de las utopías.Todo llega en el momento exacto. La fruta sólo cae cuando está sabrosa al paladar.

Estas maravillosas máquinas interconectadas sólo se manifestaron cuando estábamos preparados para su elevado uso. Internet es el regalo de Cielo para una humanidad ya madura, deseosa de completar y fortalecer el tejido de la Gran Comunión. Nos cuesta reparar que el Universo conspira a nuestro favor. En realidad todos los Gates y las grandes corporaciones de la informática trabajan para nosotros, para todos los seres de buena voluntad, que desde su parcela y cometido, cooperan de forma consciente o inconsciente con el sueño de unidad humana. Los demás, los que interpretan tan preciado regalo sólo en clave de competición, “bussines” o de desatino, se han "infiltrado" en la Red ignorantes de su verdadero Origen y Destino.

El mayor negocio de Internet no se mide en valores “Nasdaq”, el mayor pelotazo de la Red no son las empresas “punto.com”... El mayor “negocio” de la Red somos nosotros mandando y editando hasta altas horas de la madrugada los mensajes de luz de nuestros hermanos de las estrellas, ampliando por aquí y por allá el mapa de la Gran Comunión... El gran negocio de la Red somos nosotros riéndonos de todas las fronteras, inaugurando aquí y allá nuevos lazos entre gentes y grupos, erigiendo “Ciudades virtuales de Luz” (portales de Nueva Conciencia), dejando caer palabras de esperanza en el buzón del hermano que despierta... El Cielo nos entregó Internet, el instrumento, aún en fase embrionaria, para construir el más grande y elevado de los Reinos, el Reino de Fraternidad humana y Filiación divina.

Nos costó entenderlo: Internet es un diseño de la Jerarquía para los servidores de la Luz, para la facilitación de nuestra Tarea. Quizá en la próxima vida nos podamos sentar a entretenernos con juegos internaúticos, con asombrosas consolas de última generación... ¿Quién sabe qué mundos no visitaremos en el Internet intergaláctico que nos aguarda al otro lado de esta orilla? Recuerda herman@ que tenemos billete y cita a pie de pantalla multidimensional para navegar por planetas cuya belleza nuestra mente aún es incapaz de vislumbrar. Pero antes de sentarnos ante el monitor de los mil y un colores y maravillas debemos de completar nuestro compromiso aquí en la Tierra. Ahora apremia la Tarea, conviene mantener firme el timón, bien dirigido el “mouse” hacia el despertar colectivo, hacia la alborada de nuestra humanidad aún sufriente.

En buena parte, merced a Internet, la Red de Sus servidores, la Gran Comunión se manifiesta por todos los rincones de nuestro planeta. El despertar también se accionó a la hora acordada. La ficción de creernos separados comenzó a derrumbarse en el instante convenido. ¡Presente! clamaba aquel eco que nos rodeaba mientras nos desperezábamos. ¡Presente! decía esa voz que traían todas las montañas de la Tierra, que se nos acercaba en todos los idiomas.

Comprendimos para qué estábamos aquí, para qué aquellos aparentemente incomprensibles entrenamientos y aprendizajes pretéritos. Aquel ¡Presente! retumbó más allá del planeta azul. Los hermanos estelares supieron que podían contar con nosotros, que atendíamos a la Cita otrora fijada, que estrechamente colaboraríamos en la implementación del Plan del Eterno para nuestra bendita tierra.

Resta, pues, expandir la Gran Comunión, invitar a engrosarla a cuantos hermanos deambulan por sus aledaños, a cuantos abrigan la inquietud, el sueño de un mundo diferente. Nada puede acabar con la fraternidad que vamos tejiendo y día a día ensanchando. Es Voluntad del Eterno, es también nuestra más íntima voluntad. Podrá haber desafíos, dificultades, aparentes bloqueos... pero éste es ya un proceso irreversible.

Entreguémonos con denuedo a la tarea de proclamar la Gran Comunión, de vocearla hasta donde alcance nuestro eco, hasta donde llegue el cliquear de nuestro “mouse”, siempre ilusionado, siempre infatigable.

 
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