“Se nos morían de SIDA en nuestras casas, pero la víspera habíamos comido con ellos en la misma vajilla”

Entrevista con el Padre Garralda  
No muestra un ápice de fatiga tras toda una vida de entrega a los más necesitados. Un día el cuerpo le podrá decir basta, pero difícilmente el espíritu. Pertenece a esa raza de seres incombustibles que se crecen en el servicio. El suyo se prolonga por más de seis décadas. No sabe de retiradas, sólo de “Horizontes abiertos”. Tal es el nombre de la ONG (www.horizontesabiertos.org) que fundara hace más de 30 años. El empeño de este jesuita feliz ha sido dar esperanza a quienes la perdieron, ha sido siempre el que los colectivos más marginados de la sociedad tengan la posibilidad de acceder a una vida normalizada.

Fichó en la solidaridad con los más desfavorecidos a sus 24 años. A sus 87 años exhibe aún una espléndida sonrisa y un envidiable buen humor. La goza yendo al fútbol con presos y enfermos de SIDA, gracias a ellos se siente vivo y evita la tentación de “pasar el día delante de la tele y metiéndose con los obispos.”

Nos cita en la sede de su ONG en el centro de Madrid, una fría mañana de diciembre en que el país está envuelto en la locura de la lotería…

¿Qué le parece este circo de la lotería?
Querer vivir sin trabajar no es nada educativo. El pelotazo no me gusta.

¿Tiene sentido la vida sin servicio?
La vida sí. Podemos vivir como animales. Podemos comer, trabajar, comprar un coche, reproducirnos, descansar, vivir sin ningún ideal…, pero eso no es ser persona. El ser humano está llamado a desarrollar su vocación social para poder llegar a la categoría de persona. Con esa vida animal podemos ser seres respetables, pero no tales personas.

¿El ser humano se consagra en el servicio?
Dios nos ha creado para ello. Nos ha hecho dependientes los unos de los otros. Yo no fabrico, ni el pan que como, ni el coche con el que me muevo. Necesito de los otros para poder satisfacer éstas y otras necesidades. Los otros también necesitan de mí.

Quien quiere que los demás sean y trabajen para él, no ha llegado a captar la naturaleza del ser humano. La sola satisfacción de lo primario es insuficiente.

¿Hay algo que quisiera haber hecho de otra forma?
Nunca he pensado lo que debía hacer, pero la vida me ha colocado delante de las necesidades. Tengo cabeza y soy cristiano. Intento servir. Así de sencillo.

Recuerdo que me había enfrascado aquí en Madrid en un proyecto de construcción de 5000 viviendas al mismo tiempo trabajaba con 400 chavales, cuando me mandaron a América. Estoy donde Dios quiera que esté. Nunca he hecho planes. Me he dejado llevar.

¿Al igual que Arrupe, Vd. es feliz porque se siente en las manos de Dios?
Por supuesto. De lo contrario sería horrible. A veces soy un poco vehemente y me da por pensar por qué no estoy en África, o en otro lugar donde pudiera haber aún más necesidad… Pero quién soy yo para decir dónde tengo que trabajar. ¡Lo que Dios quiera! Me largaron a América y allí estuve. Quisieron que volviera a aquí, y aquí estoy. Donde me he encontrado he procurado servir a quien tenía al lado, sin más.

¿Vd. tiene el convencimiento de que somos conducidos al lugar adecuado en el que tenemos que estar?
Por supuesto, si te dejas te llevan… Donde estamos hemos de observar cómo podemos ser más útiles. Cuando fui destinado a Panamá empleé un mes andando a pie bajo un calor sofocante, hasta que di con mi lugar. Cuando ya comprendí aquello, cuando cogí el pulso y me empapé de la vida panameña, entonces comenzó mi labor. Me fui a la televisión y armé el follón.

Hay que tener olfato para explorar quién es el que más sufre. Allí donde me han destinado, he observado a mi alrededor dónde estaban los más pobres. Allí he ido.

¿En el Pozo del tío Raimundo también la montó?
Ya de nuevo en Madrid, me pregunté donde están los más pobres: en El Pozo. Allí fui, pero una vez en El Pozo me di cuenta de que había otros más pobres entre los pobres: los presos.

Vi que los presos iban a la cárcel porque se drogaban y allí cogían el SIDA. Al salir de la cárcel no tenían condiciones de vida, ni ellos, ni sus hijos. El Evangelio consiste en ocuparse de esa gente.

¿El Padre Llanos también andaba por allí?
Sí, venía a mi chabola. Viví quince años en chabola y otros quince en un piso. A él ya le habían adjudicado una casa con suelo de cemento y ducha, pero él venía a donde mí y me decía que él quería vivir como yo, en una de esas casitas bajas con suelo de tierra, como vivían los pobres.

¿Qué recuerdo tiene del Padre Llanos?
Fabuloso. Era un hombre fuera de serie. Soñaba y quería vivir los sueños. Era un utópico de esos que nos faltan en este mundo. Sin utopía no se puede vivir. Llanos era un utópico y abría camino. Le faltaba mucho realismo, pero vivía por y para los demás.

¿A Vd. no le falta realismo, Padre?
Soy también utópico. Sueño que esas piltrafas que están tiradas en la calle puedan vivir una vida más digna. No soy limosnero. No les doy una limosnita para tranquilizar mi conciencia. Intento proporcionarles un trabajo para sostenerse a sí mismos y a los suyos.

¿Qué le han enseñado los presos?
Todo.

¿Por ejemplo?
Al quererles a ellos te inunda la paz de Dios. Me han dado la oportunidad de vivir el Evangelio. El Evangelio que se vive en determinados ambientes cristianos es únicamente ritual vacío, ritos y más ritos carentes de vida. Como dice San Juan no se puede querer a Dios, a Quien no vemos y olvidarnos de los hombres, a quienes sí vemos.

Yo leo sólo la letra gorda del Evangelio: “Si quieres al que sufre y al marginado, ¡ven, bendito de mi Padre!” Jesús tenía una especial predilección por los pobres. Tengo compañeros del noviciado que han estudiado mucha teología, lo cual me parece estupendo, pero ése no es mi camino. Yo apenas he leído libros, pero lo he descubierto todo con los marginados.

La conclusión a la lectura del Evangelio no es la novena a la Virgen del Carmen... ¿Dónde está eso? Entramos en una iglesia y observamos santos por todas partes. Yo me pregunto: ¿Somos cristianos o coleccionistas de imágenes?
¿Dónde están en el Evangelio todas esas imágenes? Pongamos un ejemplo: hay cofradías religiosas que reciben a los pobres con mucha caridad en sus festividades. A mi entender, ese asistencialismo tan puntual se queda corto.

¡Rayamos la apostasía, Padre…!
Si empezamos novena de Santa Teresita por aquí y por allá… Tapamos el fondo del Evangelio con cumplimientos y ritos. Los ritos están para acompañar el Evangelio. Podemos asistir a misas floreadas en gregoriano con ochenta curas, pero no por ello habremos cumplido con Dios. ¿Dónde está escrito, que si al morir rezo tres aves marías me salvo?

¡Va Vd. a tener problemas con esta entrevista Padre… y no quisiera!
Nos santificamos por la caridad, no por los rosarios, los avemarías y las misas. Si el ritual nos sirve para amar más al que sufre bienvenido, pero solo no vale para nada. La Iglesia debe ser signo de caridad entre los pobres. En un barrio algo le pasa a alguien y otra persona le dice. “Te ocurre esto… ¡Vete a la parroquia, que ellos te quieren!” Esa es la verdadera Iglesia.

¿No basta dar?
Hay gente que humilla dando. En el tiempo de la posguerra señoras acomodadas llegaban al suburbio. Allí entregaban sus garbanzos. Me decía la gente del poblado que los garbanzos los cogían porque tenían hambre, pero que se sentían humilladas. Las señoras lo hacían para salvarse ellas, no porque quisieran a los pobres.

¿Por qué se saben marginadas las personas con las que trabajan?
Los presos, los enfermos de SIDA se saben marginados porque la gente no les mira a los ojos. Eso es peor que no tener dinero. No es lo mismo ser pobre que ser marginado. Al pobre aún le queda dignidad. El marginado está por debajo de los demás. El dolor más grande que tienen los marginados es que nadie se fía de ellos. Hay que querer al pobre mirándole a los ojos.

Lo más importante es recuperar la dignidad. Ante Dios son también sus hijos. El vivir con ellos te cambia la vida y te hace comprender que son personas. No es gente-hucha a los que dar dinero.

¿“Horizontes abiertos” busca devolver esa dignidad?
Por supuesto. Cuando voy a la cárcel, allí abrazo va y abrazo viene. No se trata de palmadas paternalistas en la espalda, en todo caso que nos den a nosotros esas palmadas. Ellos nos lo dan todo.

¿No cansa tanto abrazo?
¿Tú te cansas de jugar con tus hijos? Yo con ellos me lo paso fenomenal. Les quiero y el amor es más hermoso que una buena comida o un ligue por la noche.

No cansa tanto abrazo. Cuando me daban guantes de plástico en determinados pabellones de las cárceles jamás me los ponía. Nunca me han gustado. No me los he puesto. Siempre he comido con ellos, nunca aparte. Se nos morían de SIDA en nuestras casas, pero la víspera habíamos comido con ellos con la misma vajilla.

¿El miedo es lo que contagia?
El miedo y el desprecio. Cuando a la madre el hijo se le enferma, le da cariño, le da calor. Si yo me pongo guantes para ver a otra persona, me separo de ella. Físicamente estaré cerca, pero psicológicamente muy separado.

¿Ignacio de Loyola qué ha significado en su vida?
Un hombre fabuloso que fundó la Compañía de Jesús. Hasta entonces las órdenes se ponían el nombre del fundador. Ignacio no, él dijo: “Yo desaparezco. Somos la Compañía de Jesús, no somos ignacianos, somos jesuitas. Para Ignacio, Jesús era el Señor”. Los Ejercicios de San Ignacio durarán por siempre porque no son elucubraciones de un santo, sino el puro Evangelio, organizado para meditarlo.

Cristiano es el que está enamorado de Cristo. Lo demás son compañías. La vida es corta para adorar a alguien más que a Jesucristo.

¿Y el Padre Arrupe qué ha significado en su vida?
Ése es el único santo en vida que yo he conocido. Tuve ocasión de verle cuando estaba ya enfermo en Roma y no podía hablar. Yo le conté lo que estábamos haciendo por los últimos y los marginados aquí y allá. Al final del relato le espeté el comentario: “Padre, por culpa suya estamos ahí. Vd. nos ha mandado que nos metamos en todo eso”. Mudo en el sillón se le caían las lágrimas. Eso era precisamente lo que él quería. Permanecía allí injustamente castigado. Allí se ganó el cielo.

Arrupe unió fe y justicia. El Padre General actual ya nos dijo al ver nuestro trabajo que eso era lo que quería: laicos asumiendo labores de compromiso junto a nosotros, responsabilidades en ámbitos tan típicos de la Compañía como es la marginación. Él tampoco desea monaguillos de sacerdotes. Es preciso acabar con la perversión del Pueblo de Dios de que el cura es el que manda y los demás obedecen. Todos tienen su carisma.

Ese clericalismo apegado al poder y alejado del pueblo es lo que produjo en España en su momento tanto rechazo. ¿Cómo se van a acercar así los jóvenes? Los religiosos estamos para anunciar el Evangelio. El poder que lo administren otros. ¡El poder del cura al garete!

El cura tiene que dar gloria a Dios, proclamar el Evangelio, ser testimonio de Jesús. No puede ser que aún tenga tanto poder en tantos pueblos. Respeto las procesiones como complemento, pero la base de nuestra fe es “Amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos”

Nosotros no servimos para misa, rosario y se acabó. La misión de los jesuitas es estar en la frontera. En teología igualmente estamos en la frontera y por eso de vez en cuando nos vienen palos. Junto a los marginados también nos situamos en la frontera. Estamos entre el mundo organizado y el mundo anárquico. A mí me pones en la retaguardia y me entran todos los males.

¿Frontera también en el diálogo interreligioso?
Estamos llamados a descubrir la verdad de Dios en el otro también. Dios igualmente habla por ellos, por las demás religiones. Ya no puede ser que sólo nosotros tengamos la verdad y miremos por encima del hombro al resto. Vamos a unirnos todos, para juntos buscar a Dios.

Se permite decir muchas cosas a su edad…
Si no erramos, no avanzamos. No soy dogmático, no creo que tenga la razón de todo, pero hemos de intentar abrir camino. Hay muchas cosas en las que ya no podemos seguir creyendo. Conozco ateos que se han retirado de la Iglesia por simple respeto, porque no quieren pleitear sobre cosas superadas, en las que ya no creen ellos, ni nosotros.

¿Qué le pide Garralda a Dios a los 87 años?
Que tenga misericordia de mí. Estoy rodeado de Dios, vaya a donde vaya. Cuando cierre mis ojos, veré que estoy en Dios. Ahora le veo en un espejo, en su creación, pero entonces le veré cara a cara. Dios está en todas partes, no puede estar fuera de nada. Él es el Cielo y Jesús quien nos abre sus puertas.

¿Futuro de “Horizontes abiertos”?
Seguir sirviendo, seguir con ellos. En nuestros hogares no hay buenos y malos. Estamos en el mismo barco. Estamos, comemos y vamos juntos. Lo que quiero es que nos queramos más. Yo les digo: “Si no fuera por vosotros, estaría con 87 años todo el día delante de la televisión y hablando mal de los obispos.” Eso es lo que hace la gente de mi edad, pero gracias a ellos estoy feliz con los obispos y caminando por el mundo.

Cabe señalar que por motivos prácticos la Fundación cambió nombre y estructura. Hoy es “Fundación Padre Garralda Horizontes Abiertos”.

Dicen las malas lenguas que Vd. nunca se rinde…
Si te rindes hay que empezar otra vez. ¿Para qué perder el tiempo? Fracasar no me preocupa. En la frontera el fracaso es normal.

¿Lejos de las prisiones sin muros?
Aún sí, pero cada vez la prisión es más humana. En España estamos a la cabeza en cuanto a instalaciones y humanización de los centros. Nuestra Fundación proclama: “Ni un niño en la cárcel, ni un preso sin esperanza.” La Directora General de Prisiones prometió que sacaría a todos los niños de la cárcel y ya lo está haciendo. Los niños se destruyen en las cárceles.

¿Buen “feeling” con las autoridades penitenciarias?
A nosotros nos han tratado de esquiroles por colaborar con las autoridades. No hay otro camino. Si queremos ayudar al preso no podemos pelearnos con los funcionarios. Además hay una sensibilidad especial por parte de nuestras instituciones hacia el interno. Gracias a ese buen entendimiento las cosas van mucho mejor.

 
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